María es de Granada y llegó al levante almeriense de la mano de la actividad turística. Después conoció al que se convirtió en su marido, un pescador con barco de arrastre y así empezó a conocer el pescado.
Aprende rápido y es muy trabajadora, así que no le supuso ningún esfuerzo hacerse con las variedades de pescado y las distintas elaboraciones.
Fue durante la pandemia, donde empezó a plantearse emprender su propio negocio. Eso le permitiría trabajar para sí misma, aprovechar lo que ha aprendido, quedarse en el pueblo y quizá si todo va bien, conseguir que su marido deje la mar. Así que dicho y hecho: montaron con pescadería en el pueblo de Cuevas del Almanzora y les va súper bien.
María es una mujer prudente y se nota en el enfoque del negocio. Prefiere quedarse sin pescado al final del día que arriesgarse a que le sobre y tener que venderlo días después. Su clientela lo sabe, así que son muy madrugadores.
Otro detalle de María es el trato con sus clientes. Los va conociendo y sabe dejarle su espacio a cada uno. Los escucha; primero los temas personales y después vamos al producto. Les da a cada uno el tiempo que necesitan y en ningún caso intenta convencerlos de qué llevarse. Pero eso sí, si le preguntan, es capaz de asesorarles en todo: la especie más fresca, la de mejor precio o la más adecuada para los comensales a los que va dirigida, la mejor preparación.
Tiene muchas ideas para ir implementando en el negocio, pero irá poco a poco, asegurándose de que puede seguir haciéndolo como a ella le gusta, con cariño.