Isabel es una mujer fuerte, incluso más de lo que ella cree. Sus ojos están llenos de vida y arrastran a su cara a una risa nerviosa que ella intenta sofocar. Es tímida y se encuentra mejor en el anonimato, pero siempre acaba al frente de lo que emprende.
Ha dedicado toda su vida al pescado, junto a su marido abrieron varias pescaderías en diferentes pueblos del levante almeriense y ella participaba en todo lo necesario: atención al público, preparación de producto, etc. Esto sin olvidar las cargas familiares: hijos, padres y hogar.
Isabel enviudó y tuvo que ponerse al frente de todo. Fue muy duro pero lo hizo. Aguantó el empujón que le dio la vida, por sus hijos y por ella misma, pero le pasó factura. Cuando pudo, se deshizo de los negocios propios y puso en valor todo lo que había aprendido. No le costaría mucho encontrar trabajo con todo lo que sabe y cómo lo ejecuta.
Ahora trabaja en una pescadería por cuenta ajena, pero como si fuera suya por cómo se implica. Está al frente de todo lo relativo al pescado y se encarga de la formación de las compañeras que llegan nuevas. Sabe mucho y es generosa compartiendo su conocimiento
Su experiencia en el sector, y en el territorio, hace que su empresa confíe en ella la atención al público y la compra de pescado en la lonja de Garrucha. Allí podemos verla cada tarde identificando el producto más apetecible para su clientela.