UN DÍA EN LA LONJA DE GARRUCHA
A media mañana regresan a puerto los barcos de artes menores de Garrucha, momento en el que descargan el pescado que alistan para venderlo por la tarde. A lo largo de la tarde arriban los barcos de arrastre. A partir de las cinco comienza la subasta de pescado.
La localización de los puertos pesqueros determina la relación de los habitantes de cada localidad con su actividad pesquera, además de influir en los flujos de visitantes que se acercan al paisaje portuario.
En Almería, el espléndido enclave del puerto pesquero invita a luchar por una mayor relación puerto pesquero-ciudad. En el caso de Carboneras, el puerto que se construye a principio de la década de los noventa del siglo XX se ofrece como espacio para paseantes y como parte de un paisaje espectacular desde las colinas que abrigan la playa de Las Marinicas, paisaje que nunca pierde de vista la Isla de San Andrés, siempre referencia en el «pueblecico».
En el caso de Garrucha, el puerto pesquero se confunde con la trama urbana y se muestra engullido por un puerto mercante en crecimiento continuo y por un puerto deportivo que ofrece alternativas a la función turística de una localidad que, con una extensión mínima, vive paralela al mar.
Desde primera hora de la mañana nos movemos por el puerto pesquero de Garrucha, observando como muchas embarcaciones de artes menores cambiaron de lista para volver al mar de un modo recreativo, prueba del descenso paulatino de la flota pesquera de Garrucha. La mañana parece acabarse y el sol alivia los efectos de un viento que, mar adentro, obliga a sumar prendas de abrigo.
Es a esa hora cuando llegan los barcos de artes menores, al inicio de la primavera unos pescan con las nasas y otros pescan al trasmallo. Son las nasas un arte que permite capturar camarón o pulpos, en función de la altura a la que se suspenda la nasa (la mostramos en la primera fotografía). El trasmallo es un arte de red en el que el pescado queda atrapado entre los paños de una red que, en función del objetivo de pesca, cuenta con una mayor o menor luz de malla.
Nos acercamos a hablar con Alonso y José Quesada mientras clasifican el pescado en cubierta. Como es habitual, nos hablan de la merma en el censo de la flota pesquera de artes menores de Garrucha y de las dificultades a las que han de hacer frente. A primera hora de la tarde volveremos a ver a los hermanos Quesada, expectantes ante el resultado de la venta de sus lotes de pescado.
El punto álgido de la actividad del puerto pesquero de Garrucha se produce al caer la tarde. Los barcos de arrastre, con un porte que resulta imponente, se aproximan a puerto, mientras que propios y extraños se arremolinan para contemplar el trasiego en cubierta y la descarga de las capturas. Nos llama la atención la presencia de turistas o segundos residentes que toman fotografías, también su expresión expectante, la que muestra la segunda de las fotografías.
Para finalizar, como muestra la tercera fotografía, observamos el espectáculo de la subasta de la lonja de Garrucha en la que destaca un producto: la gamba roja, gamba roja que meses más tarde propongo denominar «el oro rojo de Garrucha», oro rojo que también llega a los puertos pesqueros de Almería y Carboneras, los otros dos puertos pesqueros que encontramos de «Almería a Levante».
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